Ulcera varicosa
La úlcera varicosa (UV) es la expresión más severa de la enfermedad venosa crónica; es un defecto de todo el espesor de la piel, con profundidad variable, ubicada con mayor frecuencia en la región del tobillo, con escasa tendencia a la cicatrización espontánea, de evolución crónica y con alta recidiva, corresponde al sexto grado de la clasificación CEAP.
La UV se puede presentar hasta en un 3% de la población en general y hasta un 5% en los mayores de 80 años.
Su causa no se conoce exactamente, pero sí se le relaciona con la hipertensión venosa ambulatoria de las extremidades inferiores, que desencadena una secuencia de eventos, como activación de las células endoteliales, extravasación de macromoléculas y glóbulos rojos, activación del sistema inmune y diapedesis de leucocitos, lo que promueve una inflamación crónica que produce daño en el tejido, necrosis y la posterior ulceración.
La UV posee ciertas características como forma irregular; tamaño variable; bordes bien definidos; ser única o múltiple; presentar exudado amarillento; lecho rojizo o con tejido de granulación o fibrinoso; dolor leve o ausente, a menos que haya infección; localización variable, aunque la región distal de las piernas, especialmente sobre los maléolos es muy común; ser superficiales, aunque con capacidad de profundizar; además, se observan signos y síntomas que acompañan a la piel de alrededor como las alteraciones cutáneas (dermatitis ocre, hiperqueratosis, lipodermatoesclerosis, atrofia blanca, eccema por estasis, cicatrices anteriores), edema, venas varicosas y/o corona flebectásica.
Con respecto al tratamiento de la UV, se debe tener en cuenta dos aspectos: el primero, el manejo de la úlcera como herida crónica y el segundo, el manejo de la enfermedad venosa crónica.